SOMOS EL MAR



¿Qué somos, qué significamos, ante el mar de la vida y de la muerte, de la propia existencia del hombre?. ¿Qué somos ante la magnitud de lo que podemos significar frente a la grandiosidad de lo existente, de aquello que nos abarca y contiene?.
Al mirar la línea del horizonte, donde la mar y el cielo se confunden en la frontera del ser y del no ser, las santas preguntas acuden a mi mente y resuenan como lo vienen haciendo desde el principio de cada uno de mis principios: ¿Quién soy?. ¿De dónde vengo?. ¿Por qué estoy aquí?. ¿Hacia dónde voy?.

Frente al mar, el espejo donde se mira el azul del cielo, el lugar donde las estrellas se posan al alcance de la mano, toda inquietud desaparece, y la mirada se pierde en la lejanía de ti mismo, allá a lo lejos donde su horizonte no es otra cosa que tu propio horizonte. De alguna forma, estar ante el mar es estar ante nosotros mismos.

El mar tiene estados de ánimo, y se expresa en ellos, a la par que suscita estados de ánimo. Y, cuando por él te dejas atrapar, acaricia la conciencia. Como totalidad es un ente único y vivo, un caldo espiritual y primigenio, toda una dimensión que aporta un vehículo para que miles de seres, a todos los niveles, se desenvuelvan. Es pues todo un universo. El agua es capaz de expresar tres estados de la materia diferentes: sólido, líquido y gaseoso. Es decir, material, mental, y espiritual. Así pues, nos representa, nos refleja, es como nosotros.

Caminar por su orilla, es una forma de emular el camino que hacemos en la vida. Siempre caminamos justo en la frontera donde lo que queremos hacer se confunde con lo que debemos hacer, donde lo que es consecuente con la vida en nuestras acciones se confunde con lo que es inconsecuente con la conciencia que tenemos de la propia vida. Vivimos en la orilla. Y la presencia de aquello que llamamos espíritu nos roza suave o levemente, al tiempo que nos retiramos hacia un lugar de nosotros mismos más seguro, donde todo es (o así lo creemos) perdurable y predecible, para volver después a deambular por la frontera.

En el horizonte, la frontera anímica, nos contemplamos en lo que somos, en lo que podríamos haber sido, en lo que queremos ser..., e incluso en nuestros más escondidos anhelos, miedos o esperanzas. En el horizonte es donde el mar y la vida, donde la conciencia de lo celeste y lo que somos, como seres energéticamente activos y humanos, somos. Mirarlo es perdernos en un  lugar sin tiempo que nos lleva directamente a nuestro interior, al punto de encuentro con nosotros mismos.

Energéticamente, los océanos recogen las emociones vertidas por los seres vivos, pero el sustento energético y primordial que permite esto está disminuyendo a pasos agigantados debido al deterioro vital de los mares, todo esto provocado por la agresión constante que le estamos propiciando. Pero verdaderamente, en el origen, el mar viene a representar al agua de vida, al caldo primordial, donde la conciencia de los seres fue gestada, antes del inicio de toda forma de vida autoconsciente y antropomorfa.
Todo esto está ante ti cuando contemplas el mar. Todo esto forma parte del mar. Todo esto forma parte de ti.





Comentarios

  1. Me gusta,y estoy de acuerdo contigo que el mar es el caldo de cultivo primordial donde tuvo lugar el inicio de la vida.

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